Ricardo Nolé: «Veo gente joven interesada en tocar muchos estilos dentro del jazz»
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Entrevista: Hernán Osuna
REC Or Play dialogó con el pianista y arreglador uruguayo, sobre su particular fusión de candombe con jazz, música brasileña y rock, las giras europeas junto a Rubén Rada, su rol como docente, actualidad, IA y música y mucho más.
Estás trabajando con tu power cuarteto Nolé-Biondelli. Montauti-Vicente. ¿Cómo fue la génesis de esta nueva agrupación y en qué otros proyectos estás actualmente?
Hay dos muchachos que son ex alumnos míos del Conservatorio Manuel de Falla, Lio Biondelli y Julián Montauti. Es un agrupación que armamos hace unos años. Empezamos a grabar un disco este año y estoy muy contento porque se produce una química muy fuerte en el grupo, hay mucha interacción. Es un power cuarteto. También tengo mi trío de jazz candombe, ahora estamos un poco en stand by. Por otro lado, integro un cuarteto con Daniel Mazza, Ricardo Lew, Fabián “Sapo” Miodownik y yo.
Naciste en Montevideo en 1953 y el título de tu álbum de 2013, ‘Jazzdombe’, de alguna manera resume tu bagaje artístico de más de 5 décadas de carrera. ¿De dónde creés que sale ese ADN uruguayo tan distintivo, cruza de jazz, candombe y otras músicas?
. En realidad la idea de titular ‘Jazzdombe’ así fue de uno de mis saxofonistas. En 2007 armé un septeto de jazz candombe, grabamos dos discos. La palabra Jazzdombe la inventó él, Fernando Lerman. Me pareció muy original. El ADN uruguayo, donde tiene que ver el jazz y otras músicas… Yo no sé si verlo tan así. Es decir, hay una fuerte raíz de la música africana en el Uruguay y con respecto a toda la transición afro con respecto al candombe. Después que terminó la dictadura hasta ahora se ha puesto mucho más fuerte la idiosincrasia uruguaya y el candombe es la música nacional. De hecho hay un Día Internacional del Candombe. Eso hace que toda nuestra cultura afrouruguaya se haga mucho más fuerte.

¿Cuál es la lección musical y humana más importante que aprendiste en tantos años de carrera?
He hecho cosas hermosas en la música, he sido músico profesional toda mi vida. Lo que más le agradezco a mis padres es que me sentaron el piano a los 6 años, me pusieron a estudiar. Yo quería ser baterista, pero mi padre me dijo que primero estudiara piano. Luego me enganché con el piano y después chau… La batería la llevo en el corazón y en la mente. La lección humana es haber sido y ser una buena persona. Con todos mis defectos, sé que soy buen tipo y que si tengo que dar una mano la doy. En ese aspecto estoy muy contento conmigo mismo.
Trabajaste con músicos uruguayos, argentinos, artistas de origen cubano, europeos y más. La música es un lenguaje universal, pero se vive y se siente de distintas maneras. ¿Recordás algún momento especial en el que entraras en trance tocando con algún músico o música?
Sí, he tocado con músicos de muchas nacionalidades, también de Brasil y otras partes del mundo. Hay dos momentos de gran entrega que recuerdo. Uno fue en Varadero, Cuba, en 1984. Fue la primera vez que fuimos a tocar allí con la banda de Rubén Rada. Otro recuerdo especial en mi memoria es el tour que hicimos con Rubén por Escandinavia en 1989. Fue el mejor grupo que integré yo en ese estilo de candombe-jazz fusión: estaban Hugo Fattoruso, Osvaldo Fattoruso, Beto Satragni, Rada y yo. Los últimos tres días de esa gira de dos meses por Escandinavia fueron magníficos. Estuvimos en un pueblito de Noruega que se llama Kongsberg: ahí tocaban Chick Corea con la Akoustic Band, Mingus Dinasty, mucha gente increíble. Fue impresionante. Recuerdo que vino el organizador del festival y dijo que junto con la Akoustic Band de Chick Corea, habíamos sido los mejores del evento. Esos momentos fueron mágicos, en ese festival dejé el alma arriba del piano. Hasta se lo comenté a Hugo Fattoruso. Le dije: “Si hoy me exprimen no tengo nada para sacar”. Fueron tres horas de concierto sin parar, una experiencia maravillosa.
En julio se cumplieron 12 años de la muerte de Osvaldo Fattoruso. A fines de 2011 tocaste con él en Boris junto a Ricardo Lew y Daniel Maza. Aquella fue la última presentación de Fattoruso en la Argentina. ¿Qué recuerdos tenés de Osvaldo y de aquel show en particular? Sé que se editó un disco de ese concierto…
Sí, efectivamente se cumplieron 12 años del fallecimiento de Osvaldo y nosotros pudimos rescatar ese disco que se grabó en vivo en Boris en noviembre de 2011. Ese álbum recoge el concierto que brindamos en Buenos Aires. Yo me enteré después que lo habían grabado para un disco. Luego Maza me dijo que había que mezclarlo. Es un álbum que estuvo diez años encajonado, cada uno estuvo inmerso en sus actividades y nos olvidamos un poco de ese proyecto. Hasta que al final en 2021 le dije a Maza de reflotar ese álbum. Lo llamamos al técnico, que por suerte no lo había borrado, lo mezcló y se editó a través del sello Los Años Luz. Fue un disco muy importante, prácticamente todo lo que se tocó ese día quedó. Sólo se mezcló, no se editó nada, se escucha la espontaneidad de nosotros tres tocando.
Dos de tus influencias más grandes son McCoy Tyner y Herbie Hancock. A propósito, quisiera preguntarte si algún pianista últimamente te ha llamado la atención. ¿El armenio Tigran Hamasyan, por ejemplo? ¿Algún otro músico, pero de Uruguay o Argentina?
Hay muchos músicos ahora que tocan muy bien. A Hamasyan lo estuve escuchando. Hay muchos músicos de diferentes nacionalidades que fusionan músicas folclóricas con jazz; son experimentos interesantes. En realidad hay mucha gente que toca ahora, pero no siento que tengan la originalidad que tenían músicos que admiraba, tipos como Herbie Hancock, McCoy Tyner, Bill Evans y otros. Antes había mucha menos tecnología, pero más creatividad. Ahora hay muchos músicos que tocan, pero está todo tan saturado de información que a veces es confuso. Si uno no tiene claro el objetivo de adónde quiere ir, se puede confundir.
Uruguay siempre fuente de grandes valores artísticos, pero hay una época de oro, con Los Shakers, Opa, Rubén Rada y otros, que dejó el ADN uruguayo desparramado por el mundo. ¿Qué lectura hacés de esos años?
No sé si es tan así, pero creo que el grupo que realmente sentó un precedente internacionalmente fue lo que hicieron los hermanos Fattoruso en Estados Unidos con Opa, sobre todo en el disco que participa Rada, llamado Magic Time. Después los demás fueron más que nada experimentos rioplanteses, no sé si el ADN está tan repartido por el mundo.
Aprendiste composición con el maestro ruso Jacobo Fischer quien, imagino, debe haber sido bastante estricto. En aquella época no existían los celulares ni internet ni YouTube ni las redes sociales. Hoy los jóvenes tienen acceso a diversas fuentes de información, pero hay tanto caudal de cosas que, a la hora del aprendizaje musical, no se terminan de digerir bien los contenidos. ¿Cómo combatís eso a la hora de enseñar?
Sí, estudié tres años con Fischer. No había celulares, había que hacer malabares para conseguir un disco. Hoy en día la tecnología ha facilitado mucha tarea, en ese sentido es maravillosa. Podés ver los videos de tus músicos favoritos, ver cómo tocan, eso es genial. Pero hay que tener los objetivos claro, hay que saber adónde apunta uno. La invasión tecnológica y de información es muy grande. La gente joven tiene, en muchos casos, sobreabundancia de información y no saben qué camino seguir.
Hace unos meses, más de 200 artistas de todo el mundo firmaron un documento conjunto en el que expresaron su preocupación por el uso irresponsable de la inteligencia artificial (IA) en la industria musical. La carta, respaldada por la Alianza de Derechos de los Artistas, contó con la firma de figuras destacadas como Billie Eilish, Katy Perry, Nicki Minaj, Pearl Jam, y Katy Perry, así como artistas latinos como Luis Fonsi, Juanes y más. Además, aparecen representantes de los legados de Bob Marley y Frank Sinatra, entre otros. ¿Hacia dónde va el futuro de la música según Ricardo Nolé? ¿Se puede evolucionar con la IA en la música o es involución pura?
La verdad es que no estoy muy al tanto de la inteligencia artificial. Sé de qué se trata y tiene muchas cosas a favor y en contra. Para bien o para mal, todo tiene que ver con la base tecnológica. La tecnología, una vez que se instala, no la podés parar. Lamentablemente no sé de qué manera se va a poder parar o limitar. Es un camino arduo.
El reconocido musicólogo uruguayo Coriún Aharonián escribió alguna vez «La música popular –en realidad, toda música– no está fija en el tiempo, sino que, estando viva, cambia permanentemente. Se realimenta». ¿Observás cierta realimentación del gusto por el jazz en cierto sector de la gente joven?
Coriún Aharonián fue un gran musicólogo y músico, un tipo muy culto. Con respecto a lo que me preguntás en relación a si la gente joven está realimentando el gusto por el jazz, yo creo que sí. Permanente estoy tratando con músicos jóvenes y dando clase incluso a músicos adolescentes y la verdad es que se interesan mucho por el jazz, especialmente en Argentina. Doy clases en la EMC de Berklee Argentina y en el Conservatorio Manuel de Falla en la carrera de jazz y veo mucha gente joven interesada en tocar muchos estilos dentro de este género. Eso es algo muy importante.
¿Qué recuerdos tenés de tu padre, el gran Panchito Nolé?
¡Muchos! Yo debuté como músico profesional con la orquesta de él. Lo que más agradezco es que mi padre me puso a estudiar con buenos maestros. Hice muchos trabajos con él como profesional. Lo que más valoro es que mi viejo tu su big band durante muchísimos años, yo iba como pianista y él como director. Hicimos muchos trabajos juntos. Mi padre estaba muy seguro de lo que le gustaba y tuvo su big band durante muchísimos años. Eso fue muy importante y un legado que me dejó. Fue fiel a sí mismo.
